miércoles, 23 de febrero de 2011

Capítulo 1 parte 1

Capítulo 1

1

En una explanada junto a un bosque, cuya ubicación no viene al caso, unos niños jugaban a pelota alegre y despreocupadamente. La pelota iba pasando de mano en mano y los niños corrían, caían y reían divertidos. De repente, una anómala racha de aire surgida de la nada se llevó la pelota hacia el interior del bosque, dejando pesadumbre en cada una de las infantiles caras, pues era de todos conocida la maldición que caía sobre aquél cuyo valor le instara a entrar más allá de lo permitido.
Sin embargo, ese día había algo diferente, algo que se reflejaba en del rostro del único niño cuyo concurso en el juego no había sido permitido por los demás. Su nombre, Arthan, era sinónimo de desgracia, pues su madre había muerto nada más nacer él y su padre, herido en lo más hondo por su pena, había perdido el trabajo y se había lanzado a una vida de alcoholismo desmedido, condenándoles a una vida de estrecheces, mal humor y lágrimas.
-Yo iré -dijo con voz firme y decidida.
Se hizo el silencio, sólo roto por el niño altanero del grupo, el que siempre se salía con la suya, el que odiaba a Arthan.
-¿Tú...? ¡Pero si no eres más que un desgraciado pobretón! ¿No será mejor que regreses con el borracho de tu papá?
Un coro de risas burlonas coreó su comentario, y todos los niños comenzaron a rodear a Arthan, pero él permaneció impasible, sereno.
Pero entonces las risas cesaron. Uno a uno observaron cómo Arthan cerraba los puños y, con una determinación inaudita en alguien tan pequeño como él, entraba en el bosque. Sin una mirada atrás y sin una pequeña vacilación, la sombra de Arthan desapareció engullida por la oscuridad del bosque.
Arthan, en efecto, entró en el tenebroso bosque; pero a los pocos metros empezó a temblar, asustado por los siniestros ruidos que se le antojaron sumamente amenazadores, y quiso darse la vuelta. Las ramas de los árboles le impidieron la huida, por lo que no tuvo más remedio que seguir avanzando...
De repente, unas risas juveniles llegaron a sus oídos, alegres como las notas de una canción. Su origen era del todo desconocido, pero bebió y se emborrachó de ellas, esperanzado. Intentó encontrar a aquellos que parecían divertirse tanto, sin saber que era él quien motivaba aquellas risas con su ingenua búsqueda, que le adentraba cada vez más en el bosque encantado.
Al cabo de un buen rato, la cabeza comenzó a darle vueltas. Una tras otra se sucedían las mismas imágenes, girando ante sus ojos: árboles, ramas y espesura, sazonadas con unas extrañas voces. De pronto, el mareo cesó sin saber cómo, y una extraña oscuridad lo atrapó. Sin embargo una voz pareció hablar en su cabeza un segundo antes: "tranquilo Arthan, tu camino acaba de comenzar".
El miedo comenzó a invadirle en oleadas, una y otra vez golpeando ruidosamente  las puertas de su mente, y recordó  las burlas de los niños por cuyo respeto estaba allí atrapado. Finalmente comprendió que no había merecido la pena y que quizás había hipotecado su vida por estúpido orgullo...
Justo en este momento, la oscuridad se dispersó y un árbol frente a él cobró vida, le miró con su extraño rostro y habló:
- Hijo de los hombres, reflexionas con humildad y abres tu mente; a muchos he atrapado y tú eres otro más. Dime, ¿quieres que te libere? Mas, ¿porque debería...? -dijo al tiempo que Arthan abría sus ojos en extremo y pateaba retrocediendo sin poder dejar de mirar
- . Mi nombre es Faethel, el vigilante del bosque. Y si tú estas aquí conmigo, es porque este mundo corre peligro y sólo tú puedes ayudarnos.
- Só...Sólo quiero la pelota, señor...- tartamudeó el niño.
- ¡Olvídate de la estúpida pelota!- Su semblante cambió totalmente, mudando su afable expresión por otra de enfado, haciendo que a Arthan le diera un vuelco el corazón.
El niño rompió a llorar, pero el anciano árbol no se apiadó.
- ¿Por qué ha tenido que ser un niño estúpido? -dijo, dirigiéndose a nadie en concreto.
- Yo no soy estúpido, señor- respondió Arthan secándose las lágrimas-, yo sólo quiero la pelota...
- Está bien pequeño -su cara se volvió a transformar en la de un dulce ancianito-, pero antes tendrás que hacer una cosita... Sólo te pido una flor, una flor de tres colores.
- ¿Para qué queréis una flor de tres colores, señor?-preguntó Arthan.
Y el viejo árbol, mirando hacia un trozo de suelo  de un color oscuro y poco amigo de la vida, le dijo a Arthan:
- En el pasado se erguía en ese lugar otro árbol. Esa flor producirá una semilla mágica, que deshará el conjuro que una mala bruja le echó, trayéndolo de vuelta.
Entonces Arthan pregunto:
- ¿Dónde puedo encontrar esa flor?
Y el anciano árbol le dijo:
- Esa flor aún no ha sido germinada.
Arthan se extrañó y susurró para si mismo:
- Joer con el abuelete...
El anciano árbol mandó al chico a lo alto de una colina, diciéndole: “sube a lo alto de ese monte y busca al gran mago Wherter Young, él te ayudará a buscar la flor.”
- Pero yo no conozco el camino hacia las colinas... ¿Cómo podré llegar a la cima sin caerme o perderme?- preguntó Arthan.
-Te acompañará Iñigo Montoyus, experto en barrancos y senderos- de entre la maleza salió un hombre con una espada en la mano y un curioso bigotito en la cara.
- Sígueme, pequeñu... A ver si damo con el tal Wherter y de pasu nos fijaremo por si encontramos algún hombre con sei dedo. Y tranquilo, no nos perderemo... lo elementale der bosque están con nusotros.
Entonces, el apuesto Iñigo y el canijo de Arthan emprendieron el camino, iniciando  una dura ascensión.
La noche se les echaba encima y aún les quedaba un buen trecho hasta la cima. Vieron una lucecilla a lo lejos y el joven Arthan, tartamudeando, le dijo al apuesto Iñigo:
- ¿Viste… viste eso, Iñigo?
- ¿Que si ví qué, la lus? No te asuste, jovensito, es la señal de que allí encontraremo a Wherter -respondió con seguridad el montaraz.
“ Pa mí que este no tiene ni idea de donde vamos, ya hemos pasado siete veces por el mismo sitio”, se dijo el niño.
- ¿Estás seguro de que hemos de seguir la luz?
- Completamente, Arthan... prepárate a conoser ar mago má grande del universo.
Una vez en la cima, ya amanecido, vieron que el suelo, curiosamente, estaba formado de enormes piedras, y entre piedra y piedra grandes agujeros que parecían no tener fondo. El apuesto Iñigo cogió al zagal por el pescuezo, se lo colocó en sus hombros y, con gran agilidad, empezó a saltar entre las rocas, con tan mala suerte que resbaló (por culpa de Arthan, claro está), cayendo ambos por un oscuro agujero.
- Joer, niño, ¿tas bien?- preguntó Iñigo cuando hubieron aterrizado.
Y el zagal, abriendo un ojito, le dijo:
     ...........
Entonces se escuchó una débil melodía procedente del fondo de la gruta a la que habían ido a parar; Iñigo, como era hombre de recursos, se quitó la camisa, cogió un tronco que encontró en el suelo y fabricó con ello una antorcha que encendió con un poco de pólvora y unas cuantas de las piedrillas que llenaban el lecho de la cueva, y siguieron la melodía que, a medida que avanzaban, se oía más fuerte. Al fondo se empezó a ver una luz, que curiosamente parecía formada por miles y miles de colores, y allí estaba él tocando la guitarra española y el laúd cordobés, uno en cada mano y sin darse importancia: el gran mago Wherter Young.
Al percatarse de la presencia de Iñigo y Arthan, les dijo:
 -Sabía que vendríais, mi nombre es Wherter Young. Por cierto, tú debes ser Iñigo Montoyus, el gran montaraz de los bosques perdidos... ¿Quién si no hubiera fabricado una antorcha casera de las cuatro cosas del camino, haciendo un sol espléndido? Joder, ¿qué le has hecho al pobre niño?- Inquirió el estrafalario mago.
- En treinta años que llevo deambulando por el bosque é la primera ves que se me cae arguien, pero no temas, oh gran mago: creo que está bien. Bueno, me preocupa un poquito esa pus blanca que le sale de la cabesa...
- Aparta, Iñigo.
Wherter colocó sus manos en la cabeza del niño.
- Capun carapé, dubitatiun salgedotian, supercalifragilisticoespialidoso...- y entonces, del pelo del niño emergió una llamarada-¡...Ay ay ay ay, ya me he vuelto a equivocar de conjuro!
Wherter Young y el apuesto Iñigo se quedaron mirando al pequeño Arthan, al cual se le escapó una lagrimita, y entre sollozos dijo:
- Joer, sólo quiero encontrar la florecita y dársela al árbol anciano...
Wherter se emocionó y empezó a llorar abrazado al pequeño Arthan, también se unió el montaraz tras dejar descuidadamente lo que llevaba encima de una mesa; sin que nadie se diera cuenta, la antorcha que hizo Iñigo prendió la mesa del mago: allí era donde tenía sus libros de conjuros y los discos de Los Pecos.
- ¡Nooooooooooooooo!- exclamó Wherter Young-, ahora sí vamos a tener que improvisar...
Iñigo, interiormente se alegró, pues unas noches antes había tenido una horrible pesadilla en la cual era perseguido por Los Pecos por el bosque, mientras le cantaban esa canción de: “Y te vaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaas, y te vaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaas”.
Entonces Iñigo, con voz firme, dijo:
- Vamo a ver: tener, no tenemos na, pos eso, no pasa nada.
Y Wherter, sin tener muy claro si había entendido el mensaje del montaraz, recordó que en el lago había unas flores muy raras.
Para ir hasta el lago tenían que recorrer un largo trecho, por lo que improvisaron una camilla con un par de ramas y la piel de un enorme erizo que pasaba por allí, para trasladar a lo que quedaba del pobre Arthan.
- ¿No sufrirá er niño en este lecho de espinas?- preguntó el apuesto montaraz.
- No, tú tranquilo. La acupuntura va de muerte para la espalda- y los tres se dirigieron hacia el lago, cantando al unísono una alegre canción.
El niño se quejaba cada vez que la camilla de piel de erizo se tambaleaba:
-¡Ay, uh, eh, oh, arg!...¡Me las pagaréis…!
Al cabo del rato, entre las ramas de los árboles, pudieron distinguir la suave superficie del agua. En la orilla crecían abundantes juncos, y algunos árboles dejaban caer sus brazos hasta casi rozar con sus hojas el lago.
-¡Ahivá! -exclamó Montoyus, y dejó caer su parte de la camilla, por lo que Arthan quedó colgado cabeza abajo, con los pies para arriba.
-¿Qué pasa, montaraz?
El mago desvió la mirada hacia donde se dirigían los ojos de su compañero y distinguió a una joven bañándose en el lago. Sus ropas se veían colgadas no muy lejos de la orilla.
-Céfiro... -susurró el montaraz.
-¿La conoces?
-Sí...

2 comentarios:

  1. JAJAJA. Apenas me acordaba ya. Mi memoria no es lo que era (en realidad nunca lo fué).

    Wheter Joung, Iñigo y ahora Céfiro. Vamos a por el segundo.

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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